Nos veíamos ya en destino aparqué y volví a bajarme para abrir la puerta de Paz.

  • Gracias – me sonrió asiéndome del brazo.

 

Paz se quedó mirando el nombre de rotulo del restaurante: LAS CUEVAS DEL SECRETO.

Sonrió de manera pícara y dijo:

  • Muy interesante el nombre –
  • Pues pase señorita ya son horas de cenar- Le dije mientras abría la puerta para que pasara.

 

Efectivamente el nombre hacia honor a la decoración, atendidos cortésmente por un metre fuimos descendiendo por unas escaleras muy antiguas llenas de velas en las bóvedas en las que por ladrillos se agarraban.

Igualmente el resto de decoración muy romántica y nos acercaron a nuestra mesa reservada.

 

Paz se quitó su abrigo dejándolo en un perchero que se situaba en la pared, fue entonces cuando mis ojos no pudieron evitar recorrer sus curvas de nuevo.

 

El metre separó la silla y Paz se sentó mientras recorría con su mirada el restaurante.

 

Era un lugar muy íntimo, conocido por pocos, creo que podríamos encontrarnos siete parejas en ese momento, pero cada mesa… estaba situada en habitáculos rodeados de pétalos, velas y la separación pertinente de la privacidad.

 

Mientras que nos acercaban la carta y recomendaban algún vino de la casa…

 

  • ¿Qué te apetece tomar? – ( aguantándome un cariño en mi pregunta, ya que sabía que sería la mujer de mi vida)
  • Dependiendo de la elección de la carta Javier, pero si te gusta el vino afrutado, de aguja… decía mientras leía en la carta los vinos.

 

Definitivamente sería la mujer de mi vida, tan delicada, elegante, con un saber estar envuelto en picardía y una encantadora sonrisa perenne.

 

Ya con las copas llenas y las elecciones de carta tomadas…

 

Levantó su copa y dijo:

 

  • Brindo por aquel encuentro fortuito en el metro, y por los codos en las costillas –

Sus ojos iluminaban más que todas las velas del restaurante.

 

  • Brindemos por un codo encantador y lo que no fue fortuito sino un plan preparado por volver a ver a mi destino-

 

Para mi sorpresa, Paz brindo sin hacer más pregunta sobre lo que acababa de decir, fue entonces cuando nos sacaron los entrantes.

 

Yo me había quitado una losa de encima pues no sabía si ella podía haberlo visto extraño, pero la velada estaba siendo perfecta;  amenizada con conversaciones en las que me percataba, de que no tenia tabúes y hablaba con total naturalidad y confianza.

 

  • Bueno Javier entonces mi recorrido de trabajo no lo haces tú habitualmente, y por la tarjeta entiendo que eres abogado ¿No es así?-
  • Correcto – Dije sonriendo a aquella preciosa detective.
  • Claro supongo que no tienes ningún compromiso ya que de ser así este encuentro no estaría sucediendo-
  • Por supuesto que no hay nadie, más que una “Paz” que necesitaba tener en mi vida-

Le dije con más sonrisa aún ya que me estaba facilitando mi camino.

 

 

La velada estaba siendo indescriptible no tenía palabras para la magia que envolvía el ambiente con sus ojos caramelo mirándome. Pude saber que trabajaba de auxiliar de enfermería en las mañanas, que entre sus aficiones la gustaba bailar, el senderismo, la fotografía, pintar, escribir… que tenía una autentica mujer sensible frente a mis ojos.

 

Grandes detalles importantes ya que quería saberlo todo sobre ella y ella con sus preguntas también sobre mí, cosa que al ir sabiendo más sobre su forma de ser me admiraba.

 

Comprendí que no podía retenerla mucho más ya que nos veíamos en los postres y ambos teníamos que trabajar al día siguiente.

 

  • Javier te agradezco tu invitación que tendrás que corresponder con la mía, ya que mañana… cenar tenemos que cenar los dos y si no tienes nada que te lo impida me encantaría invitarte a cenar a mi casa, el único inconveniente, que cocino yo- me dijo entre risas.

 

Mi estomago se dio totalmente la vuelta de la emoción, lo que parecía una casi despedida hasta saber cuándo podría volver a verla, se había convertido en un mañana.

 

  • Por supuesto será un verdadero placer –

 

12 comentarios en “Paz

  1. Haz la Paz y no la guerra rezaba en un cartel, junto a otro más guerrero que rezaba en la pared de una iglesia: El fuego purifica. ¡Quememos ésta! No tiene nada que ver pero es que sólo se me ocurren «Taraaaarataraaaara.» Un beso

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