Mi sensación era la de meterme en una eternidad hasta que pudiera volver a verme allí de nuevo a su lado.

 

Tan solo era mi sensación la realidad fue otra totalmente contraria.

 

No había llegado a acomodarme cuando después de varios mensajes en el transcurso con Paz, la llamé como la había dicho cuando estuviera en la habitación del hotel.

 

  • Bueno ¿por dónde íbamos? Lo último que me pusiste es como fue tu día en el hospital-
  • Pero señorito que mala memoria, lo último que te dije es que te quiero y que cuando llegaras me llamases-
  • Cierto, Jajaja tienes razón, como ves haces conmigo lo que quieres señorita-
  • Ummm así me gusta-
  • Bueno entonces ¿qué haces ahora?
  • Ahora me acabo de duchar, y mi pelo medio húmedo cae por mi pecho, mientras que al hablar contigo se calienta mi cuerpo-
  • ¡Lástima no estar allí! – La dije a Paz tragando saliva.
  • La verdad que es una lástima porque estoy tumbada en la cama desnuda con el cuerpo ofrecido a imaginarte, mientras que mi mano… creo que va a bajar poco a poco a mi sexo mientras te pienso.

 

Su tono de voz no mentía y mostraba al diablo que estaba al otro lado del teléfono.

 

Mi cabeza la imaginaba mientras que su voz erótica y sutil me había hecho quitarme los botones de mi pantalón y jugar al mismo juego.

 

Estábamos teniendo sexo telefónico relatándonos cada acto, mientras que en la soledad de la compañía nuestras manos nos satisfacían.

 

Las voces poco a poco susurraban entre los gemidos de sentir ambos el cuerpo del otro.

 

La devoré con mis frases que la pedían de manera perversa llevar el ritmo.

 

Me dominó con sus frases engrandeciendo un toro bravo que sentía hasta el besar de sus labios con tan solo escucharla.

 

Y después de una placentera conversación los cuerpos se relajaron tras sus orgasmos.

 

Entonces comprendí que no sería tan difícil no tenerla a mi lado a pesar de desearlo con todas mis ganas; porque su descaro e imaginación haría que hasta de esa manera descubriese una Paz diferente, única y me hiciera quererla con cada acto entregado un poco más.

 

La rutina fue paralizando de manera obligada el mostrarnos con gestos nuestro cariño.

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