En mi mente, besé con cariño a Paz, antes de apagar el portátil.

 

Sonreía por pensar en su modo de ser. Ya mañana por fin, me vería en sus brazos, para hacerla pagar  todas sus continuas pero maravillosas travesuras.

 

Planeé el horario para estar recogiéndola en el trabajo, a pesar de que Paz pensaba que yo llegaba un día más tarde y como un quinceañero me veía con mi vehículo media hora antes de que saliera.

 

 

  • Mi niña cuando salgas tienes algo urgente que recoger, un compañero mío estará a la vuelta donde suelo recogerte, para entregarte unos documentos. Me ha dicho que lleva un rato esperando, para que no te despistes cariño-

 

Pasados 10 minutos sonó mi teléfono y me puse más nervioso aún.

 

  • Claro cariño no te preocupes, supongo que él estará pendiente, ya que yo no sé cómo es.
  • Sí, aunque creo que está exactamente donde yo te recojo.

 

 

La espera se hizo interminable y entonces vi por el retrovisor bajar a Paz despistada, fue cuando vio mi vehículo y se lanzó a correr hasta el.

 

  • Madre mía, ni el increíble Hulk, casi arrancas la puerta del ímpetu.
  • No me lo puedo creer que calladito te lo tenías.

 

No la dejé hablar más y mi boca se lanzó a comerla a besos. Paré aquel sensacional momento para dejarla que se subiera al coche y entonces paz me abrazo fuerte, muy fuerte, de esos abrazos emocionados que acaban tocando sus corazones. La besé con mucha ternura en la frente, la miré con los ojos más enamorados por alguien…

 

  • ¡Cierra los ojos! Y no vale hacer trampas señorita que te conozco. Dame las manos (le decía mientras con mi otro brazo cogía algo en la parte de atrás) ya los puedes abrir.

 

Un gran ramo de rosas rojas, un pequeño peluche entre el ramo y una cajita con una tarjeta la dejaban llena de asombro.

 

  • No tenías que haber comprado nada cariño aunque espera que disfrute del momento.

 

Me mi miraba Paz llena de ilusión mientras respiraba aquellas rosas y con las manos temblorosas abría la pequeña cajita. Una hermosa cadena de oro con un sutil y delicado corazón con un pequeño brillante engarzado la hacían romper a llorar.

 

  • Gracias Javier, es precioso mi vida.
  • No más que tú mi niña.

 

La decía nuevamente besándola apasionadamente.

 

  • Bueno señorita ahora verás la tarjeta con calma ponte el cinturón que quiero que cojas fuerzas, que acabas de salir de trabajar y estarás con hambre.
  • Jajaja no me lo pongas a huevo Javier, que si que tengo hambre.

 

Me guiñaba de manera cómplice y de ese modo conduje hasta un conocido restaurante al que quería llevar a Paz hacia un tiempo.

 

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